Resumen
La OPS (2018) señala que la sexualidad está inmersa prácticamente a lo largo de la existencia humana, convirtiéndose en un factor de preocupación y atención dado que un gran porcentaje de la población presenta comportamientos de riesgo en algún momento de su vida siendo la fase de juventud donde existe mayor prevalencia a estos comportamientos; asociándose con un enorme problema de salud pública y que necesita la creación de múltiples políticas públicas en salud. No obstante, las conductas sexuales van más allá de la función reproductiva y estas se asocian a otras funciones como el establecimiento de vínculos, la mitigación de la ansiedad, la obtención de placer, la demostración de ascendencia o dominio e incluso una función instrumental a través de la consecución de metas (Alfageme et al., 2016). Los determinantes sociales de la salud influyen profundamente en la conducta sexual de los jóvenes en México. Las políticas de salud actuales intentan abordar estas desigualdades mediante la educación sexual integral, el acceso a servicios de salud y el apoyo socioeconómico. Aunque se han logrado avances, es crucial continuar trabajando para superar las barreras persistentes y asegurar que todos los jóvenes tengan la oportunidad de desarrollar una sexualidad saludable y responsable.