Resumen
Bellas, « sexys », madres de familia solteras o casadas, las sexoservidoras (trabajadoras sexuales) llevan una vida oculta entre el hogar, el trabajo « fuera de la casa » y el salón de belleza donde practican masajes « especiales ». Necesidades apremiantes, carencias educativas, ausencia de carrera, lucha cotidiana por el bienestar de los hijos, las han inducido a optar por un oficio que, al contrario del de la calle, le ofrece seguridad y ganancia. Todas llevan sobrenombres: las masajistas de planta, las escort girls, las que prestan servicio a domicilio y las mismas dueñas de los salones. Las trabajadoras sexuales se turnan día y noche, recreando en los salones una familia y un hogar distintos. En Hermosillo, capital del Estado de Sonora, los salones de masajes, son, en su gran mayoría, establecimientos que suelen registrarse como simples lugares de masajes quiroprácticos, para después dedicarse a la prostitución. Así fue cómo empezó la sala de masajes Gladiss, pionera en el ejercicio de esta profesión. Ahora bien, no existen leyes que reglamenten la prostitución y tampoco la prohíban, así que sólo se regulan los salones mediante las tarjetas sanitarias de las trabajadoras sexuales, para evitar las enfermedades venéreas - el VIH en particular - y las visitas regulares de los « servicios de salubridad ».